jueves, diciembre 05, 2019

Para los adolescentes leer también es escribir por: Tamara Tenenbaum...


Para los adolescentes 
leer también es escribir

La fan-fiction está cada vez más presente entre los lectores jóvenes, quienes continúan con producciones propias las tramas y los personajes de sus libros favoritos.

Por: Tamara Tenenbaum

Luego de años de ser un secreto de freaks en las catacumbas de internet, la fan-fiction se encuentra hoy en boca de todos y, tal vez, en su era dorada. Algunos autores la reciben agradecidos, otros la desprecian o incluso tratan de prohibirla legalmente; la crítica la celebra y la desdeña por partes iguales (no es una exageración: la escritora Geraldine Brooks ganó el prestigioso premio Pullitzer de Ficción en 2006 por su libro March, basado en el padre ausente de las hermanas de Mujercitas de Louisa May Alcott; y no es el único ejemplo). En la Argentina es un fenómeno ya conocido pero al que todavía le queda mucho para dar. En esta nota te contamos algo de este mundo subterráneo que llegó al mainstream, parece, para quedarse.


De naves espaciales, cafeterías y zombies

El fenómeno fan-fiction tal como lo conocemos hoy (obras de ficción que utilizan personajes o escenarios de otras obras de ficción "originales", escritas por fans y no por el autor de la obra original) nace y se populariza a partir de historias escritas por fanáticos de Star Trek en los años 60. Estas pequeñas obras circulaban a través de fanzines, revistas artesanales producidas de forma independiente antecesoras de los blogs y las revistas digitales que todavía se venden en nichos indie, en una forma de nostalgia por la versión papel de la cultura pop. A diferencia de lo que ocurría con otras formas de ejercicio del fanatismo en el mundo de la ciencia ficción, la amplia mayoría de las fan-fiction de Star Trek eran escritos por mujeres: se estima que en 1973 el 90% de los fan-fiction eran escritos por chicas.

Pero definitivamente la fan-fiction creció al ritmo que aumentaron las herramientas web para producirlos y difundirlos; los foros, los grupos de mailing, los blogs y luego las redes sociales proporcionaron cada vez más canales para compartir estas historias, que por supuesto excedieron con mucho el mundo de Star Trek y hasta el mundillo geek del que habían salido. Además de Louisa May Alcott, autores clásicos como Jane Austen, F. Scott Fitzgerald y J.D. Salinger, por mencionar solo algunos, ha sido objeto de esta particular forma de homenaje. Al día de hoy, sin embargo, el récord lo ostenta (para sorpresa de nadie) Harry Potter: en www.fanfiction.net, el archivo más grande de fan-fiction existente, hay más de 750 mil obras registradas en su honor. J.K. Rowling se ha manifestado en general agradecida con sus autores, e incluso ha celebrado algunas obras que le gustaron particularmente; solamente persiguió legalmente a los autores de fan-fiction pornográficos y pidió especialmente a sus fans que se abstuvieran de escribir fan-fiction de Harry Potter que incluyeran pornografía o racismo.

El segundo pedido de Rowling probablemente sea más atendido que el primero: la literatura erótica es uno de los subgéneros más exitosos de la fan-fiction. Otra rama muy extendida es la que se conoce en la jerga como denialfic ("ficción negadora", podríamos traducir), en la cual los fans efectúan "reparaciones históricas" reescribiendo finales que no los terminaron de convencer. Un tercer subgénero muy popular es el que consiste en introducir elementos fantásticos en historias que originalmente no los contienen, como el ya consagrado Orgullo, prejuicio y zombies y el apenas menos conocido Sensatez, sentimientos y monstruos marinos. Más sorprendentes pero igualmente interesantes son las fan-fiction que utilizan el procedimiento contrario, quitándoles los elementos sobrenaturales a las historias: así, podemos encontrar reescrituras de Harry Potter sin magia o de El señor de los anillos sin elfos ni criaturas mitológicas. Dentro de este subgénero se encuentra el simpatiquísimo nicho "coffee-shop AU", en el cual los protagonistas dejan de cazar vampiros o dragones y son reubicados por los fans autores en una cafetería, convertidos en mozos y clientes.

En los últimos años hemos sido testigos de la consagración de la fan-fiction más allá de sus formas de circulación tradicionales. La mencionada Orgullo, prejuicio y zombies llegó este año a la pantalla grande, con la estrella en ascenso Lily James como protagonista. Otro de los grandes best sellers de los últimos años (que también llegó a la pantalla grande en 2015), 50 Sombras de Grey, empezó como una fan-fiction erótica de la exitosa saga Crepúsculo. El musical Wicked, uno de los más exitosos de la última década en Broadway y en el West End, está basado en una novela de 1995 que, aunque no se haya presentado como fan-fiction, es una precuela de El mago de Oz escrita casi 100 años después, por supuesto, por un fan y no por el autor original. Y ejemplos como estos hay muchos: más allá de los millones de anónimos que continúan produciendo, la fan-fiction ya tiene sus estrellas y sus casos de éxito.

Mamushkas de ficciones

La fan-fiction es para los y las adolescentes actuales una parte tan natural de la lectura y el consumo cultural en general (no hay fan-fiction solo de libros sino también de películas, series de TV e incluso bandas de música: el grupo One Direction tiene una gran colección de fan-fiction que sus fans le han dedicado, e incluso se rumoreaba que Paramount había comprado los derechos de una de las más populares) que en los libros destinados a este segmento ya es parte del paisaje, y en muchos casos, una parte clave. Es el caso de Bajo la misma estrella, la novela de John Green protagonizada en el cine por la talentosa Shailene Woodley (Game of Thrones) y uno de los ejemplares más celebrados por la audiencia y la crítica de la llamada "ficción para jóvenes adultos" (young adult fiction). En Bajo la misma estrella, los protagonistas son dos adolescentes muy lectores que conversan sobre los libros que les gustan, y uno de ellos termina escribiendo una secuela para una de las novelas que comentaban.

El otro ejemplo —aún más explícito— es Fangirl, de Rainbow Rowell. En el centro de la novela se encuentran dos gemelas, Cath y Wren, que comienzan la universidad. La fan-fiction fue un ingrediente fundamental de su adolescencia compartida, pero ahora Wren piensa que es cosa de nenas y se dedica a salir a divertirse con su compañera de cuarto. Cath, en cambio, más tímida, sigue pasando gran parte de su tiempo dedicada a escribirles nuevas ficciones a sus personajes favoritos y parece encontrar a través de esta escritura su verdadera vocación. Fangirl se convirtió en un best-seller casi al instante y fue celebrado por la crítica por su retrato realista y cariñoso de lo que significa ser un autor de fan-fiction.

En un mundo en el que a los adultos les encanta decir que los chicos no leen, los y las adolescentes parecen haber encontrado su propia y novedosa forma de leer. Para muchos de ellos, acostumbrado a la interacción y a la escritura constante de la vida digital, leer, hoy, es escribir.